SMPR #Azaral7días7partos (Jueves)
La semana del 19 al 25 de Mayo se celebra la Semana Mundial del Parto Respetado
bajo el lema "Parir es poder". Con la iniciativa #Azaral7días7partos
vamos a publicar un relato de parto diario para celebrar esta semana.
Serán 7 partos respetados y no respetados. Partos para aprender, para
compartir sentimientos...
Hoy Jueves compartimos un parto especial, porque justo hoy se cumplen dos años de aquel día. Hoy leeremos el parto de Leo y Luis. Pero este relato nos lo cuenta el papá, Jorge. ¡Feliz día familia! ¡Feliz cumpleaños Luis!. Aquí os lo dejamos:
Hoy Jueves compartimos un parto especial, porque justo hoy se cumplen dos años de aquel día. Hoy leeremos el parto de Leo y Luis. Pero este relato nos lo cuenta el papá, Jorge. ¡Feliz día familia! ¡Feliz cumpleaños Luis!. Aquí os lo dejamos:
Eran
las siete de la mañana y me estaba vistiendo para marcharme a trabajar.
Leo, relajadamente me dijo:
- ¿tienes mucha prisa?
- bueno, pueees… la justa para irme a currar, ¿por?
- mira… no te pongas nervioso que no pasa nada pero acabo de romper aguas.
La habitación estaba a oscuras, encontré todos los objetos que me rodeaban a trompicones en pocos segundos… perdí el control de mi cuerpo por unos segundos.
- tranquilo, tranquilo hay tiempo, tú no te preocupes, prepara café que yo voy a ducharme y depilarme.
-¿estás segura?
- sí, sí… anda… vete y llama a mi madre para que lleve a María y a Roberto al cole y llama también a tu trabajo para avisar.
Había decidido ya hace muchos meses, desde que supimos que estaba embarazada, que ella y su instinto nos guiarían a ambos.
Estaba seguro de eso.
«Ducharse y depilarse… Ducharse y depilarse…» con esta cantinela rebotando en mi cabeza le hice caso y me fui a la cocina.
Estaba todo estudiado, sabía como sería todo, ya había salido de cuentas y esperábamos este momento pero los nervios empezaron a atenazarme.
Llamé a mi suegra y se lo dije y después escribí un breve correo con el móvil al trabajo.
Cuanta mas calma tenía ella mas me alteraba yo.
Tomamos café y mientras ella se duchaba llevé el vasito de leche a la cama a los niños y se levantaron y vistieron aun sin saber nada.
Vino, con mi suegra, mi cuñado para llevarnos al Materno. Ellos también estaban muy nerviosos, allí la única que mantenía la calma era la que iba a parir, ¡vaya cuadro!
Llegamos al Hospital Materno, sobre las 10:00 de la mañana y se activó mi instinto protector nada mas cruzar el umbral de la puerta de Urgencias.
Inscripción, espera, una observación del ginecólogo y la eterna espera.
Leo ingresaba como paciente de riesgo por hipoglucémica-hipertensa.
Esto significaba que activaban un protocolo por paciente de alto riesgo y le pondrían un catéter por si fuera necesaria la epidural.
Me hicieron salir para ponérselo y solo oía sus gritos de dolor, le pincharon cuatro veces hasta que acertaron a colocárselo, el terrible pinchazo de la epidural por cuatriplicado y sin sus efectos anestésicos.
Luis estaba colocado y preparado para salir, el azúcar y la tensión de mamá perfectos y yo mantenía una especie de calma tensa y un estado de alerta permanente a cada movimiento, aparato o persona que se movía alrededor de ellos.
Nos dijeron que no podía comer nada, solo beber…
- ¿quieres agua o zumo?
- pues deme un zumito.
- ¡vaya, pues no quedan!… toma agua.
El instinto de Leo nos dijo que necesitaba azúcar… chocolate "ve a buscar algo, corre"
No dudé, salí y encontré una máquina con M&M y me guardé una bolsita en el bolsillo que furtivamente fui metiendo "a poquitos" en la boca de Leo cuando no miraba la matrona.
Con el azúcar y los triptófanos arriba ya estaba preparada aunque tanto tiempo allí.....
Le habían puesto 6 jeringas de oxitocina ya.
Nos dejaron intimidad, a los tres, con nuestras contracciones.
La matrona leía en un rincón y sonaba música suave. Era la enésima vuelta de la lista de reproducción.
En respuesta a cada una Leo gemía levemente, el aparatito subía la numeración que marcaba la intensidad y a mi se me encogía el corazón y la mano que agarraba la suya.
Aquello subía cada vez mas, aun no había dilatado suficiente, mi mano estaba roja, salpicada de dolor.
Cambió el turno y la matrona.
La anterior era muy amable y respetuosa, la que llegó mas brusca y autoritaria.
En un momento dado la matrona le pidió que empujara… vamos a probar.
Y sufrió, apretó, pero no podía…
- No voy a poder.
- si mi amor, vas a poder, Luis ya está ahí, quiere salir y tu quieres sacarle, si puedes.
La matrona le decía
-¡haz fuerza, como si hicieras caca!
Pero no.
Dijo que dejaríamos pasar media hora para intentarlo de nuevo. Media hora más, muy lenta, mucho dolor.
Le dijo que esta era la buena.
Leo empujaba con toda su fuerza pero no podía.
La matrona gritaba "caga, caga"… le estaba poniendo nerviosa.
Y Leo dijo "no quiero cagar, yo vengo a parir"
Decidí pasar a la acción e ignorar a la matrona.
Me puse cara a cara muy cerca de Leo y le dije:
- es la postura de las manos, por eso no puedes.
Las empuñaduras de la camilla las tenía cogidas como si de una bici se tratase, asidas con la palma hacia abajo.
Le dije que cambiara, palmas hacia arriba y que se trajera las manetas hacia ella, que tirara y las arrancara.
Me miró, giró las manos tiró y dijo: así sí puedo.
¡Vamos, vamos, si puedes!
Me separé y me coloqué para ver la coronilla de nuestro bebé y como dilató aquel espacio de manera imposible para sacar la cabeza entera.
Grité:
- ¡ya está fuera la cabeza!
- ¡vamos otro empujón mas y le sacas, mi amor!
Así fue, un nuevo empujón con fuerza y salieron sus hombros, para entonces ya mis ojos estaban húmedos de emoción, alegría y angustia… ¡aquí estás Luiiiis!
La matrona lo cogió con gran destreza y lo sacó por completo.
- ¡Es grande!
Sí, lo era, 4 kilos 400 gramos.
Lo cogió y limpió brevemente con una toalla y me ofreció la tijera para cortar el cordón.
Corté el nexo directo con mamá, sentí algo extraño, una especie de intromisión entre ellos, como un acto furtivo. Fue solo un instante pues sabía que había que hacerlo y fue un gran honor.
Pinzaron el extremo y se lo dieron a mi campeona que, entre lágrimas, me decía:
- ¡que bonito es Jorge, que bonito es!.
Si, que bonito, que cuadro para mi recuerdo eterno. Que obra maestra inolvidable. Que grandeza la vida.
Yo temblaba y me cayó alguna que otra lágrima, la besé, le besé, les besé y me abracé a ellos.
- Eres una campeona, mi amor.
Sacaron la camilla fuera del paritorio conmigo pegado cual ángel de la guarda y nos aparcaron tras una cortina.
Entró mi suegra y abuela y madre muy emocionada a verles.
Entonces vino un médico y se llevó a Luis, conmigo detrás, iba a medir, pesar… me dijo que no podía entrar pero me quedé en la puerta montando guardia.
En breves minutos se lo entregó a su madre otra vez y le dijo que ya podía darle el pecho si quería. Nos cruzamos una mirada de complicidad a tres bandas.
Un celador apareció, dejó un sobre en la camilla y se marchó.
Luis trepó hasta la teta de mamá, puro instinto, y comenzó a mamar.
Me sentía un animal completo, junto a mi hembra y mi cachorro y la abuela orgullosa.
Vi el sobre y eché un vistazo, era la historia clínica de mi mujer.
El celador volvió unos minutos después y me vio mirándola, me increpó:
- pero… ¿que hace usted? No puede mirar eso, es documentación confidencial de la paciente.
Airado le contesté:
- y si es documentación confidencial de mi mujer ¿por qué la ha abandonado siendo usted el encargado de custodiarla?
Perplejo contesto:
- yo no la he abandonado… he ido un momento ahí para hacer un papeleo…
le interrumpí
- sí, pero la has abandonado encima de la camilla sin saber quien está alrededor con el riesgo de perderla. ¡No me toques los cojones que estamos muy felices ahora… anda!.
Se calló y se limitó a empujar la camilla al ascensor para subir a planta.
Una vez allí, serían las 23:30 aproximadamente, llegó una enfermera.
- ¡Yooos que largo!
¿vas a darle teta?
- Sí, por supuesto, como a sus dos hermanos les dí, cuando quiera y cuanto quiera.
Se dirigió entonces a mi:
- usted no puede estar aquí, ya no es horario de visita.
- ya, ya, te entiendo pero yo no soy una visita, soy el padre y acabamos de subir del paritorio. Quiero comprobar que mi mujer y mi hijo están bien, que se acomoden y todo esté en orden y organizar la visita de los hermanos para conocer a este.
- Bueno, vale, pero por favor no hagan mucho ruido y márchese lo antes posible para no molestar a la de la cama de al lado.
Contestó la aludida:
No a mi no me molestan.
- bueno de todas maneras…
-sí, sí, tranquila me voy a ir dentro de poco, gracias.
Después de pasar un buen rato reconociendo a nuestro hijo, sus rasgos, los parecidos, organizar la logística familiar y unos cuantos besos y abrazos me marché.
Por el ascensor bajé repasando los acontecimientos de las últimas 15 horas, con una gran sonrisa y deseando ya volver de visita horas después con María y Roberto.
En ese momento me di cuenta de que estaba agotado.
Leo, relajadamente me dijo:
- ¿tienes mucha prisa?
- bueno, pueees… la justa para irme a currar, ¿por?
- mira… no te pongas nervioso que no pasa nada pero acabo de romper aguas.
La habitación estaba a oscuras, encontré todos los objetos que me rodeaban a trompicones en pocos segundos… perdí el control de mi cuerpo por unos segundos.
- tranquilo, tranquilo hay tiempo, tú no te preocupes, prepara café que yo voy a ducharme y depilarme.
-¿estás segura?
- sí, sí… anda… vete y llama a mi madre para que lleve a María y a Roberto al cole y llama también a tu trabajo para avisar.
Había decidido ya hace muchos meses, desde que supimos que estaba embarazada, que ella y su instinto nos guiarían a ambos.
Estaba seguro de eso.
«Ducharse y depilarse… Ducharse y depilarse…» con esta cantinela rebotando en mi cabeza le hice caso y me fui a la cocina.
Estaba todo estudiado, sabía como sería todo, ya había salido de cuentas y esperábamos este momento pero los nervios empezaron a atenazarme.
Llamé a mi suegra y se lo dije y después escribí un breve correo con el móvil al trabajo.
Cuanta mas calma tenía ella mas me alteraba yo.
Tomamos café y mientras ella se duchaba llevé el vasito de leche a la cama a los niños y se levantaron y vistieron aun sin saber nada.
Vino, con mi suegra, mi cuñado para llevarnos al Materno. Ellos también estaban muy nerviosos, allí la única que mantenía la calma era la que iba a parir, ¡vaya cuadro!
Llegamos al Hospital Materno, sobre las 10:00 de la mañana y se activó mi instinto protector nada mas cruzar el umbral de la puerta de Urgencias.
Inscripción, espera, una observación del ginecólogo y la eterna espera.
Leo ingresaba como paciente de riesgo por hipoglucémica-hipertensa.
Esto significaba que activaban un protocolo por paciente de alto riesgo y le pondrían un catéter por si fuera necesaria la epidural.
Me hicieron salir para ponérselo y solo oía sus gritos de dolor, le pincharon cuatro veces hasta que acertaron a colocárselo, el terrible pinchazo de la epidural por cuatriplicado y sin sus efectos anestésicos.
Luis estaba colocado y preparado para salir, el azúcar y la tensión de mamá perfectos y yo mantenía una especie de calma tensa y un estado de alerta permanente a cada movimiento, aparato o persona que se movía alrededor de ellos.
Nos dijeron que no podía comer nada, solo beber…
- ¿quieres agua o zumo?
- pues deme un zumito.
- ¡vaya, pues no quedan!… toma agua.
El instinto de Leo nos dijo que necesitaba azúcar… chocolate "ve a buscar algo, corre"
No dudé, salí y encontré una máquina con M&M y me guardé una bolsita en el bolsillo que furtivamente fui metiendo "a poquitos" en la boca de Leo cuando no miraba la matrona.
Con el azúcar y los triptófanos arriba ya estaba preparada aunque tanto tiempo allí.....
Le habían puesto 6 jeringas de oxitocina ya.
Nos dejaron intimidad, a los tres, con nuestras contracciones.
La matrona leía en un rincón y sonaba música suave. Era la enésima vuelta de la lista de reproducción.
En respuesta a cada una Leo gemía levemente, el aparatito subía la numeración que marcaba la intensidad y a mi se me encogía el corazón y la mano que agarraba la suya.
Aquello subía cada vez mas, aun no había dilatado suficiente, mi mano estaba roja, salpicada de dolor.
Cambió el turno y la matrona.
La anterior era muy amable y respetuosa, la que llegó mas brusca y autoritaria.
En un momento dado la matrona le pidió que empujara… vamos a probar.
Y sufrió, apretó, pero no podía…
- No voy a poder.
- si mi amor, vas a poder, Luis ya está ahí, quiere salir y tu quieres sacarle, si puedes.
La matrona le decía
-¡haz fuerza, como si hicieras caca!
Pero no.
Dijo que dejaríamos pasar media hora para intentarlo de nuevo. Media hora más, muy lenta, mucho dolor.
Le dijo que esta era la buena.
Leo empujaba con toda su fuerza pero no podía.
La matrona gritaba "caga, caga"… le estaba poniendo nerviosa.
Y Leo dijo "no quiero cagar, yo vengo a parir"
Decidí pasar a la acción e ignorar a la matrona.
Me puse cara a cara muy cerca de Leo y le dije:
- es la postura de las manos, por eso no puedes.
Las empuñaduras de la camilla las tenía cogidas como si de una bici se tratase, asidas con la palma hacia abajo.
Le dije que cambiara, palmas hacia arriba y que se trajera las manetas hacia ella, que tirara y las arrancara.
Me miró, giró las manos tiró y dijo: así sí puedo.
¡Vamos, vamos, si puedes!
Me separé y me coloqué para ver la coronilla de nuestro bebé y como dilató aquel espacio de manera imposible para sacar la cabeza entera.
Grité:
- ¡ya está fuera la cabeza!
- ¡vamos otro empujón mas y le sacas, mi amor!
Así fue, un nuevo empujón con fuerza y salieron sus hombros, para entonces ya mis ojos estaban húmedos de emoción, alegría y angustia… ¡aquí estás Luiiiis!
La matrona lo cogió con gran destreza y lo sacó por completo.
- ¡Es grande!
Sí, lo era, 4 kilos 400 gramos.
Lo cogió y limpió brevemente con una toalla y me ofreció la tijera para cortar el cordón.
Corté el nexo directo con mamá, sentí algo extraño, una especie de intromisión entre ellos, como un acto furtivo. Fue solo un instante pues sabía que había que hacerlo y fue un gran honor.
Pinzaron el extremo y se lo dieron a mi campeona que, entre lágrimas, me decía:
- ¡que bonito es Jorge, que bonito es!.
Si, que bonito, que cuadro para mi recuerdo eterno. Que obra maestra inolvidable. Que grandeza la vida.
Yo temblaba y me cayó alguna que otra lágrima, la besé, le besé, les besé y me abracé a ellos.
- Eres una campeona, mi amor.
Sacaron la camilla fuera del paritorio conmigo pegado cual ángel de la guarda y nos aparcaron tras una cortina.
Entró mi suegra y abuela y madre muy emocionada a verles.
Entonces vino un médico y se llevó a Luis, conmigo detrás, iba a medir, pesar… me dijo que no podía entrar pero me quedé en la puerta montando guardia.
En breves minutos se lo entregó a su madre otra vez y le dijo que ya podía darle el pecho si quería. Nos cruzamos una mirada de complicidad a tres bandas.
Un celador apareció, dejó un sobre en la camilla y se marchó.
Luis trepó hasta la teta de mamá, puro instinto, y comenzó a mamar.
Me sentía un animal completo, junto a mi hembra y mi cachorro y la abuela orgullosa.
Vi el sobre y eché un vistazo, era la historia clínica de mi mujer.
El celador volvió unos minutos después y me vio mirándola, me increpó:
- pero… ¿que hace usted? No puede mirar eso, es documentación confidencial de la paciente.
Airado le contesté:
- y si es documentación confidencial de mi mujer ¿por qué la ha abandonado siendo usted el encargado de custodiarla?
Perplejo contesto:
- yo no la he abandonado… he ido un momento ahí para hacer un papeleo…
le interrumpí
- sí, pero la has abandonado encima de la camilla sin saber quien está alrededor con el riesgo de perderla. ¡No me toques los cojones que estamos muy felices ahora… anda!.
Se calló y se limitó a empujar la camilla al ascensor para subir a planta.
Una vez allí, serían las 23:30 aproximadamente, llegó una enfermera.
- ¡Yooos que largo!
¿vas a darle teta?
- Sí, por supuesto, como a sus dos hermanos les dí, cuando quiera y cuanto quiera.
Se dirigió entonces a mi:
- usted no puede estar aquí, ya no es horario de visita.
- ya, ya, te entiendo pero yo no soy una visita, soy el padre y acabamos de subir del paritorio. Quiero comprobar que mi mujer y mi hijo están bien, que se acomoden y todo esté en orden y organizar la visita de los hermanos para conocer a este.
- Bueno, vale, pero por favor no hagan mucho ruido y márchese lo antes posible para no molestar a la de la cama de al lado.
Contestó la aludida:
No a mi no me molestan.
- bueno de todas maneras…
-sí, sí, tranquila me voy a ir dentro de poco, gracias.
Después de pasar un buen rato reconociendo a nuestro hijo, sus rasgos, los parecidos, organizar la logística familiar y unos cuantos besos y abrazos me marché.
Por el ascensor bajé repasando los acontecimientos de las últimas 15 horas, con una gran sonrisa y deseando ya volver de visita horas después con María y Roberto.
En ese momento me di cuenta de que estaba agotado.
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